En medio de la crisis que atraviesa San Lorenzo, una historia pequeña pero enorme empezó a circular entre socios e hinchas. Las chicas de la octava división de hockey estaban vendiendo pulseritas azulgranas para reunir dinero y poder comprarle el traje completo de arquera a una de sus compañeras. El club no se hizo cargo de la equipación y, sin otra opción, decidieron organizar la colecta por su cuenta.
El objetivo era simple: que su arquera pudiera competir. Pero detrás de ese esfuerzo se escondía una realidad mucho más profunda, que refleja el presente institucional de San Lorenzo, donde las disciplinas menores deben arreglárselas solas para cubrir necesidades básicas.
La historia llegó a oídos del plantel profesional de fútbol, y fue ahí donde apareció Jhohan Romaña, uno de los referentes del grupo. El colombiano, lejos de cualquier obligación, decidió colaborar de su bolsillo para que las chicas pudieran comprar la equipación completa. Un gesto desinteresado, silencioso y profundamente valorado por quienes viven el día a día del club.
Gracias a su aporte, la arquera del equipo femenino ya tiene todo lo necesario para competir. Y aunque el gesto no soluciona los problemas de fondo, se convirtió en una muestra de empatía y compromiso que contrasta con la desorganización que hoy atraviesa la institución.
Romaña, quien días atrás también había intimado al club por sueldos impagos, volvió a dar una lección fuera de la cancha: a veces el sentido de pertenencia no se firma en un contrato, se demuestra con hechos.
