Es cierto que San Lorenzo necesitaba ganar para mantenerse con chances matemáticas de llegar a la final de la Copa Diego Maradona. Pero el primer tiempo expuso a dos equipos de una forma brutal. Mostró, prácticamente, su mejor cara y también la peor. Jugó partido. Sin mediocampo. De mitad de cancha para adelante lo hizo bastante bien. De mitad de cancha para atrás lo sufrió.
En ese parcial, para el Ciclón lo tuvieron Uvita Fernández, Gattoni y Donatti de cabeza, Angel Romero en un tiro libre que Broun metió un manotazo y lo ayudó el travesaño, y la última por un buen derechazo de media distancia del Torito Rodríguez. Para el Lobo, que se percató de las falencias defensivas del local y ayudó dos o tres veces que Monetti salió mal, amenazaron Eric Ramírez por dos, después Contín le dio al palo tras de un buen achique del Mono (la desvió con el pie) y, sobre la hora, Lamolina anuló correctamente un gol del mismo jugador por offside.
De manera inexplicable, todo lo bueno que hizo en los primeros 45 minutos, que fue atacar, se terminó. En la primera hora del complemento no llegó. Fue un equipo inestable desde lo emocional y también desde lo futbolístico. En medio del desconcierto, Ramírez anticipó de cabeza para adelantar a Gimnasia pero Angel, también de cabeza, lo empató rápido a los 31.
En los últimos minutos San Lorenzo incurrió un acto prácticamente suicida. Si bien defendió mal durante casi toda la tarde, el equipo se desordenó aún más cuando después del gol. El conjunto quedó rengo, absolutamente descompensado, con errores de todos lados. Y el equipo de Messera, con sus limitaciones, generó peligro constante. Por eso, era de esperarse que Lucas Barrios, sobre la hora, convierta para dejar con la manos vacías a los de Soso.
San Lorenzo está afuera de todo. Ya no tiene esperanzas de nada en la Copa Diego Maradona. En un partido increíble, donde solo servía ganar, Gimnasia terminó desnudando todas sus falencias, que son muchas. Y ahora a cerrar el torneo jugando por nada.
