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San Lorenzo no puede: empató un partido increíble contra Platense

Si desde la vuelta del público el enojo se había centrado en la dirigencia, en el empate con sabor a derrota contra Platense las críticas también recayeron sobre el equipo. No es para menos. Pasaron varios técnicos, se acaba de ir Troglio y ni con dos goles arriba pudo volver a ganar este equipo. El nivel de muchos jugadores sigue intacto. “Que se vayan todos”, volvió a bramar el Bidegain, que pidió puntualmente por las cabezas de Tinelli, Lammens y el llamado a elecciones.

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San Lorenzo arrancó siendo superior, tuvo una clara de Centurión que dio en el palo y se puso en ventaja por una arremetida de Yeison Gordillo, que eludió a De Olivera para el 1-0 parcial. Iban apenas 7 minutos y el Ciclón empezaba encaminar todo. Al mismo tiempo, los hinchas cambiaron los muchos reproches por algunos tibios aplausos y la tensa calma parecía llegar al Nuevo Gasómetro.

Lo que siguió en el partido fue previsible. El Ciclón, por inercia, bajó un cambio y el Calamar, con poquito, empezó a animarse. Con poco, incluso, llegó a complicar haciendo lucir a Torrico por duplicado: primero le tapó un pelotón a Delgadillo y al toque a Infante. Sobre el final, Bareiro tuvo su mejor intervención desde su vuelta a Boedo: recibió un pase largo de Ortigoza, enganchó y sacó un derechazo al segundo palo para ampliar el marcador. La tarde parecía encaminada, pero…

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En el complemento, la postura de San Lorenzo volvió a ser mezquina y apostó a la contra. Platense empezó a tener la pelota y encontró el descuento en una jugada con errores muy puntuales: Torrico se quedó más de la cuenta y después de algunos rebotes dentro del área chica, empujó Kevin Andrade. El Calamar, con el 2-1, se animó aún más…

En una de esas corridas aisladas, Centurión tuvo una oportunidad clara para ampliar el marcador, pero definió ancho. Al toque nomás, el baldazo de agua helada: Brian Mansilla marcó el empate y la cancha se vino abajo. No era para menos. De ganar y parecer que se una vez por todas se iba a cortar la malaria, a empatar un partido increíble. En este contexto, todo termina otra vez en silbidos, insultos y pedido de más actitud.

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