El Nuevo Gasómetro, repleto más allá del clásico contra Boca, tenía los ojos sobre Sebastián Torrico. Podía ser su último partido en San Lorenzo y hubo cosas que aumentaron la incertidumbre, como con su esposa y sus hijos con las tribunas de fondo antes del arranque del clásico. Parecía la despedida del arquero más determinante de la historia del club. Daba esa sensación.
La realidad era que el Cóndor tenía pensado irse a Barracas Central. No tiene una buena relación con los dirigentes, hay una deuda en concepto de primas de por medio, y había perdido la titularidad con Augusto Batalla. De pronto, fue titular. Festejó como cualquier hincha la victoria en el clásico. “Torrico es de Boedo y de Boedo no se va“, fue el hit de la gente que se repitió una y otra vez.
No había dicho públicamente si se quedaba o se iba después del partido, aunque sí mencionó que lo hablaría con su familia para tomar la determinación. Y, finalmente, después de meditarlo durante algunas horas, Torrico decidió declinar cualquier oferta para marcharse y continuará atajando para San Lorenzo, al menos, hasta el final de su contrato en diciembre de este año.
El Cóndor llegó al Ciclón en abril de 2013, con una autorización de emergencia de la AFA y un vínculo de dos meses para cubrir la ausencia Pablo Migliore. Y se quedó a vivir. En sus nueve años, terminó siendo clave para la obtención del Inicial 2013 y la Copa Libertadores 2014, además de ganar la Supercopa Argentina 2015. Todo esto en 240 partidos en el club.