Primer tiempo increíble de San Lorenzo. Tenía todo para no pasar sobresaltos. Era superior a un rival (limitado), pero se terminó complicando solo. Lo ganaba rápido con gol de Leguizamón, que después de un gran disparo de Barrios que dio en el travesaño y ¿picó adentro? terminó empujando de cabeza para el 1-0. Lo que siguió del equipo de Romagnoli fue bueno. Pero de un momento al otro el partido de calentó y en medio del tole tole, una cadena de errores tremendos.
¿Qué pasó? Giay ¡de lateral! se la dio mal a Campi, el defensor se la dejó corta a Gómez y Chila, que intentó sacarla de palomita, se la regaló a Diego García, que definió con el arco libre. La igualdad parcial envalentonó al visitante y el Ciclón se fue del partido, empezó a pelear más que a jugar. Errático, impreciso. Y cuando todo se encaminaba al 1-1 y al descanso, apareció Cuello. A pura potencia, habilidad y viveza, el delantero sacudió con un derechazo al primer palo y sorprendió a todos para irse al vestuario con algo más de aire.
En el arranque del complemento se había jugado poco. Los equipos se repartieron la tenencia, se jugó mucho en la mitad de la cancha y nada hacía prever lo que siguió a partir del cuarto de hora. Con San Lorenzo mal parado, Cayetano metió un tremendo pase de izquierda a derecha, donde había un hueco enorme en la espalda de Braida, y Luciano Rodríguez definió mano a mano ante Chila Gómez para el nuevo empate.
El gol aturdió a Boedo, otra vez. Volvió a verse un equipo sin reacción ante la adversidad, que no supo cómo llegarle claro a un Liverpool que se acomodó mejor y hasta tuvo otro mano a mano que Chila Gómez, esta vez sí, pudo taparle a Nicola. Pero el fútbol, San Lorenzo y esta Copa, sobre todo, es así. Cuando la ilusión ya empezaba a desvanecerse por lo que ofrecían los dirigidos por el Pipi, Campi hizo estallar al Nuevo Gasómetro con un cabezazo que se le coló en el segundo palo a Guruceaga.