Locura total. Porque nadie lo esperaba. Porque jugó mal. Incluso peor que en su última presentación en casa y porque Talleres mereció más. Pero ahí está San Lorenzo. No se trata de merecimientos. Sino de ganar. Y eso, justamente, es lo que necesitaba e hizo el equipo de Miguel Ángel Russo, que sacó tres puntos importantísimos en el debut del campeonato con un golazo del resistido Andrés Vombergar. Delirio en Boedo…
Lo único claro para San Lorenzo en todo el primer tiempo fue un mano a mano que falló Cerutti contra Herrera. Eso fue a los 20′ y después de un error en la salida cordobesa. Antes y después de eso, flojo. Flojísimo. En esa primera mitad, la visita fue mejor y le llegó no tan claro a Orlando Gill, que se mostró seguro en los tres remates al arco que tuvieron los dirigidos por Alexander Medina pese a que en uno dio un rebote peligroso al medio.
En el complemento empeoró. Talleres se le venía y los jugadores de San Lorenzo solo atinaban a revolearla al campo rival. Parecía que el gol estaba al caer. Tuvo que aparecer dos veces más Gill para sostener el cero. En una, metiendo un manotazo tremendo que se colaba en el primer palo. Pero en medio de la impaciencia y los reproches. Russo metió mano: sacó a Irala, de flojísimo partido, y a Cuello, otro que no anduvo bien, y metió a Cecchini y Vombergar.
Con los cambios, el Ciclón empezó a agarrar más la pelota y a animarse un poco más. Y después de un par de córners, apareció la Bomba. Sí, Vombergar, al que nadie le tenía fe después de su mal regreso y que incluso no sumó ni un solo minuto por lesión en la pretemporada, se acomodó en la puerta el área grande y la colocó cerca del ángulo venciendo la resistencia de Herrera. Explotó el Nuevo Gasómetro. Lo aguantó. Y se sacó la bronca.