La crisis institucional que atraviesa San Lorenzo no tiene freno y volvió a quedar en evidencia en el Pedro Bidegain, donde el partido contra Gimnasia casi quedó en un segundo plano frente a la bronca acumulada. La gente se expresó con fuerza en la previa, durante y después del encuentro: hubo insultos, amenazas con tintes políticos y un mensaje claro a los directivos, a la AFA y también a Marcelo Moretti.
Desde muy temprano, la tensión se sintió en el aire. En el ingreso a la tribuna, la barra apareció entonando un cantito de guerra que resonó con fuerza: “Nos fuimos al descenso / Nos vendieron la cancha / Lo que nunca pudieron fue parar a esta hinchada / Que se hizo gloriosa en las buenas y las malas / La que lleva en la sangre la pasión azulgrana”. Un grito que combinó historia, resistencia y hartazgo.
Además, la popular no dejó pasar los episodios recientes. Primero, los cantos apuntaron a Claudio “Chiqui” Tapia y a la Asociación del Fútbol Argentino, que amagó con sancionar al club si avanzaba con la reunión de Comisión Directiva para echar a Moretti tras el escándalo de corrupción. “Si nos mandan al descenso qué quilombo se va a armar”, fue una de las advertencias que sonó fuerte desde las tribunas. Y después, el foco se dirigió hacia adentro: “Si no llaman a elecciones qué quilombo se va a armar”, exigieron con claridad.
Durante el desarrollo del partido, el clima político pasó a un segundo plano. El equipo de Damián Ayude recibió el apoyo de la gente, que alentó sin pausa en los momentos más tensos del juego. Sin embargo, todo cambió en el entretiempo. Apenas el árbitro pitó el final del primer tiempo, los cánticos contra Moretti volvieron con fuerza.
Y también hubo insultos en masa contra Tapia, aunque por otro motivo: el clarísimo penal que no le dieron a San Lorenzo en tiempo de descuento, por una mano de Silva tras un remate de Agustín Ladstatter, fue omitido por Nicolás Lamolina y por el VAR, a cargo de Salomé Di Iorio. Una más. “Chiqui Tapia botón…”, bramó el estadio.
Con la segunda fecha del Torneo Clausura en marcha, sin refuerzos por las deudas y con un presidente interino totalmente desgastado, San Lorenzo vive al límite en todos los frentes. El grito de la gente fue claro: la paciencia se agotó.
