Había empezado bien San Lorenzo. Con sus líneas adelantadas, intentando presionar en campo rival. Sin embargo, esas buenas intenciones duraron apenas cinco minutos, hasta que Marcos Díaz le tapó un mano a mano a Angel Romero. A partir de ahí, Talleres se lo llevó puesto, monopolizó la tenencia de la pelota y generó dos situaciones muy claras de gol.
En la primera se lució el Fernando Monetti con una atajada bárbara a Tenaglia para desviar la pelota al córner. En la segunda, el arquero pifió pero después se repuso con otra buena tapada, esta vez, a Pochettino. Aún así, llegó lo que se veía venir: el gol de la T. Después de un cambio de lado de izquierda a derecha, Cachila Arias no pudo despejar la pelota ante la presión de Retegui y, para colmo, después del centro Salazar se la llevó por delante para el 1-0.
Un San Lorenzo desconectado, con evidentes dificultades para generar juego cuando tenía la pelota, que dependió de los intentos individuales, con alguna que otra pelota pivotada por Di Santo y sufriendo, demasiado, por las bandas. A eso se le sumó que ni Angel ni Oscar, los generadores de juego, aparecieron en cuenta gotas. Es cierto que después de la apertura del marcador, el partido bajó en intensidad, pero fue pobre. Muy pobre lo que mostró el equipo de Mariano Soso en ese primer tiempo.
La ilusión estaba depositada en que el DT pueda generar alguna respuesta desde el vestuario, pero nada de eso pasó. En la primera de cambio, la defensa de San Lorenzo se quedó dormida después de una falta y Valoyes lo aprovechó: entró sin marca alguna por el segundo palo y definió bien lejos de Monetti para ampliar la ventaja. Si el trámite ya estaba siendo cuesta arriba, la siesta en el fondo lo hundió anímicamente todavía más.
Con la ventaja, Medina hizo la lógica: envió a su equipo a replegarse para buscar la contra. El Ciclón, obligadísimo a descontar, intentó inclinar la cancha como pudo. El problema es que esa búsqueda se tornó apática, poco clara. Salvo una jugada sucia que en la que atropelló Alexander Díaz y salvó en la línea Fragapane, el equipo navegó en la intrascendencia en la fase ofensiva.
Para colmo de males, Angel Romero, que fue clave en el buen andar de San Lorenzo en la primera fase, erró el penal que pudo haberle dado alguna esperanza de llegar al empate: fue despacio hacia el balón, Marcos Díaz eligió su izquierda, el melli la derecha, pero la pelota terminó afuera. Besando el palo. Ahí, anímicamente (y futbolísticamente), se terminó todo.