San Lorenzo fue mejor en los 180 minutos. Si algo demostró es que, con sus armas, podía conseguirlo. Pero no pudo ser. A pesar del gran partido que jugó en Brasil y de crear suficientes situaciones como para ponerse arriba, cayó por 1-0 ante Atlético Mineiro, que convirtió en su primera llegada clara al arco, y se quedó afuera de la Copa Libertadores.
El Ciclón se plantó y le salió a jugar de igual a igual al Galo, como en el partido de ida de hace apenas una semana. Le metió personalidad, presionó y raspó en cada jugada hasta minimizar las virtudes del equipo de Gabriel Milito, que sí, tuvo mayor tiempo la pelota pero no encontró los caminos y los dirigidos por Leandro Romagnoli fueron más simples, generando las mejores oportunidades de gol de la primera mitad.
Irala fue el que más se animó a probar. En el inicio del partido con un remate que complicó con el pique a Everson y después con dos disparos que se fueron algo desviados. Sin embargo, la posibilidad más clara nació desde la zurda de Leguizamón, quien se perfiló para su pierna hábil y sacudió el travesaño. En el rebote, Reali pateó ancho ante el esfuerzo del arquero local volando hacia el otro palo. La última, igualmente, fue un cabezazo solitario de Deyverson que se fue desviado. Susto para Boedo.
Para la segunda mitad, las cosas no cambiaron. De hecho, San Lorenzo fue más. El equipo de Pipi lo superó con claridad a Atlético Mineiro. Bien plantado, ordenado, criterioso para cortar y astuto para jugar, le marcó la cancha e hizo méritos para abrir el marcador, con varias aproximaciones, algunos remates de Reali y un mano a mano de Cuello luego de una gran asistencia del pibe Báez que terminó tapando Everson.
De repente, todo cambió. Porque Battaglia metió un cabezazo de la nada, ganándole bien la posición a Tripichio, que se clavó lejos del alcance de Chila Gómez para el 1-0 del Galo. Y así, el gol llamó a un par de minutos en los que el Ciclón estuvo ido. Acto seguido el arquero tuvo que meter un manotazo salvador para ahogarle el segundo a Paulinho. Después de eso, el Ciclón volvió al partido. Empujó y fue como pudo. A pura actitud, pero ya no fue claro. No volvió a patearle a Everson.
Luego del parate por la represión policial y la gente de San Lorenzo, Romagnoli mandó a la cancha a Vombergar, Bruera, Bustos… pero los minutos se fueron consumiendo. No la embocó siendo mucho mejor y haciendo más méritos, y esas cosas se pagan: el sueño Libertador se fue a pique.