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San Lorenzo se durmió y perdió un partido increíble con Patronato

Otra vez, como había pasado en algún partido de este ciclo, el equipo de Rubén Insúa tuvo todo para ganar. Prácticamente lo terminó perdiendo solo. Y asegurar esto no es caer en la exageración. De los cinco goles en Paraná, tres fueron total exclusividad de San Lorenzo. Más allá de los propios, uno en contra, por cierto, el Ciclón terminó cometiendo errores imperdonables que dilapidó todo lo bueno que venía haciendo.

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En orden cronológico, el primer tiempo encontró a un Ciclón mucho mejor. Se puso en ventaja rápido, y con un jugadón: Martegani tocó de revés para Cerutti, el Pocho se esforzó y el despeje del defensor local le quedó otra vez al zurdo, que encaró y le dio el pase gol a Vombergar para que empuje en el área chica. Segundo gol de La Bomba, en apenas tres partido en Boedo.

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Con la ventaja, pudo salir limpio para explotar los espacios que, irremediablemente, dejaba el local por salir a buscar más arriba. La tuvo Bareiro desde afuera. Más tarde erró Cerutti, que definió lejos y por encima del travesaño. Parecía que se iba al descanso arriba, que los 45 minutos que hizo serían suficientes. Pero no… Se durmió en momentos clave y lo terminó pagando caro.

En la última jugada del PT, Leys metió un centro por bajo desde la derecha y Kruspzky entró solo en el segundo palo para poner el 1-1. Encima, San Lorenzo entró dormidísimo al segundo tiempo y al toque Patronato se puso 3-1, y con jugadas casi calcadas: centros desde la derecha al área chica que al minuto empujó Estigarribia y, dos más tarde, Giani definió de taco para dejar sin reacción a Batalla, al que hasta ese momento le habían pateado tres veces al arco.

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Ahí el Ciclón se paralizó, porque tenía el partido controlado y de golpe se encontró con un Patronato arriba y dominando en todos los sectores del campo. Pero cuando el local estaba jugando mejor y se lucía en el Presbítero Grella, Nicolás Castro metió en partido otra vez al conjunto azulgrana: se la quiso dar a Altamirano de cabeza, pero la mandó por encima y metió en contra.

Tras el descuento, San Lorenzo tuvo una posibilidad inmejorable de empardar las acciones, pero Cerutti volvió a fallar: quedó mano a mano, pero definió suave y el arquero pudo atrapar sin demasiados problemas. Luego Insúa movió el banco: entraron Leguizamón, Campi, Braida y Maroni, aunque ninguno terminó siendo solución. Sobre el final, el equipo terminó yendo a los ponchazos y Bareiro casi lo empata, pero Altamirano metió un manotazo salvador.

Así, entre algunos errores colectivos groseros y la falta de efectividad, el Ciclón dejó pasar otra chance de acomodarse más arriba y encarar lo que se viene con mejor proyección. Un equipo irregular, que genera amor y odio por igual.

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